El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

martes, 30 de abril de 2013

XIV Triatlón de Fuente Álamo: vuelve la magia con el poder del 555

La cara, el espejo del alma. A por la bici...
Pues si en la entrada anterior me preguntaba que cuánta de la magia que se esfuma acaba por volver, tengo que reconocer que el sábado encontré la respuesta. El mismo día también aprendí que, cuando se te pierde, lo peor que puedes hacer es salir a buscarla con desesperación: la magia acaba por encontrarte en el momento justo y en el lugar adecuado. Tanta palabrería para empezar la entrada -en vez de contar que llegaba al triatlón de Fuente Álamo con un cocktail raro de ganas, impaciencia, nervios y preocupación ante mi decimosegundo tri -¿conseguiría romper el hielo de la temporada?. En este mismo triatlón el año pasado me había retirado por el oleaje y, después del gatillazo de Elche hace dos semanas, me sentía con una cierta obligación moral hacia mi pundonor -es como si pensara que, si tampoco salía bien este, la cosa ya iba a oler demasiado a chamusquina como para considerarme siquiera aprendiz de triatleta. En cualquier caso, las ganas, aunque mezcladas con nervios y las dudas de siempre, no faltaban: buena prueba de ello fue la intensa sesión de depilación a la que me sometí el viernes -ceremonia que celebro cuando compito con ilusión y que, curiosamente, no llegué a hacer para Elche.
Bueno, Fuente Álamo es un triatlón con solera. Uno de los de mayor tradición en la península y con una organización realmente cuidada. La atención a los triatletas es exquisita gracias a todo un ejército de voluntarios y voluntarias que se ocupan de las comidas, de los dorsales, de los boxes, del tráfico, de todo. A mí personalmente lo que más me gusta de este triatlón es el ambiente popular que tiene -no nos confundamos, acude gente muy muy buena y tiene mucho prestigio, pero, de alguna forma, no intimida a los triatletas patateros como yo. En otras palabras, no existe postureo, bien sea porque en un sprint no da tiempo a figurar demasiado o porque la normativa para la distancia no permite ciertas extravagancias estéticas, mecánicas o de indumentaria. Otra cosa que me gusta mucho de este triatlón es el recorrido de bici: acostumbrado a recorridos a 4 o 5 vueltas por avenidas o carreteras con escaso encanto, el sector bici de Fuente Álamo es un lujo. Primero porque, en realidad, vas desde los boxes del Puerto de Mazarrón hasta los boxes del pueblo de Fuente Álamo por una carretera bastante bonita, entre vegetación mediterránea y un paisaje muy chulo. Segundo, porque son 24 kms interesantes, con un desnivel de 355m y con un puerto gracioso de subir.
Lo que no me gusta de Fuente Álamo es la hora de salida. Quizás algunos lo verán como uno de sus encantos, pero el hecho de estar todo el día entre compis triatletas, comentando y compartiendo batallas (hasta yo comparto las mías propias con el poco recorrido que tengo en este  mundo) y pronósticos que suenan a maldiciones bíblicas (a las 6 va a llover), todo este rato tan largo contribuye a que, a las 5 de la tarde estés con una presión psicológica que puede acabar o muy bien o bastante regular. Luego está el tema meteorológico: está claro que, según avanza la tarde, las posibilidades de olas o de  complicaciones son mayores. No soy nadie para decir esto pero, si de mí dependiera, este triatlón se hacía a las 12 del día -para terminarlo justo a la hora de tomarse un buen caldero murciano. Claro que sí.
El caso es que, tras llegar a Fuente Álamo con Simón, que esta vez aparte de fotógrafo también hizo de chófer, después de coincidir con la nutrida representación almeriense, después de recoger dorsal, dejar la bici en el camión que la bajaría a los boxes de Mazarrón, después de marcarme bracillo y pantorrilla con mi estupendo dorsal impar (555, el poder del 5), después de comer en el cole del pueblo y después de dejar las zapas de correr en boxes, después de todo resuelto, nos bajamos para Mazarrón. Al llegar no doy crédito: el mar, a las 3 de la tarde, está hecho una balsa, aunque, como me conozco yo las historias del mar, estoy como un puntito escamado. Tal y como me dice uno de los oficiales que está en boxes -en dos horas la cosa puede cambiar mucho. Y bueno, la cosa no llegó a cambiar mucho, pero tampoco se quedó igual. Es como si, todos los años, en este triatlón tuvieran que hacer alguna aparición estelar Eolo y Neptuno para ponernos a prueba. Pues eso: que si me pongo el mono nuevo del club, que si vaselina, que si neopreno, que si a probar el agua (que, por cierto, está buenísima), que si socialización para acá y socialización para allá -aprovechando para darle la brasa a todo el mundo y contarles el rollito de que he aprendido mucho en dos semanas y que nunca voy a hacer nada deportivo que realmente no me apetezca (qué pesao que es este, pensará hasta el más pintao). Así las cosas, la hora de mi salida llega: las 17.25 y, cómo no, suena el bocinazo. Meeeeeeeeeeeeeeeeeeeeec. Lo más sorprendente es, quizás, que no recibo ni un solo palo. Salida tranquila y, tras 20 metros de ansiedad de la normal, me instalo en un ritmo que para mí no es malo y me centro en relajar respiración y soltar ansiedades. No voy nadando mal, me voy gustando y, cuando alargo la brazada, me parece que hasta deslizo con elegancia y avanzo más. Se ven las algas del fondo y se ve, también, que el mar se está poniendo más interesante. Primera boya. Rodeo y, a por la segunda; el mar, definitivamente, se está poniendo gracioso. Lo bueno es que, desde allí, la única posibilidad es continuar. Ya no hay remedio. Boya, boya, boya y, cuando me quiero dar cuenta, estoy en la segunda y con mucho sabor a mar en la boca -se me había olvidado la sensación de lengua salada en un triatlón. Rodeo y a por la playa. Al pasar la segunda boya me pasan dos o tres gorros verdes de la última salida, que han empezado 5 minutos despés que los amarillos como yo -cómo nada la gente. Hasta me da tiempo de tener envidia. Pero bueno, no es momento de darle al coco. Es momento de tirar para el arco de llegada. Estirar brazada, deslizar, algas abajo y el mar que, seguramente, en media hora más se pone insoportable. Llego a la playa y me invade una alegría indescriptible -he conseguido abrir la temporada y he roto el maleficio del agua de 2013.
He salido del agua en 16'36''; para mí no está mal; no importan tiempos, importa que estoy en boxes y tengo que coger la bici. Transición malísima, casi tres minutos para ponerme calcetines, calzarme zapas y demás (definitivamente, tengo que mejorar el tema de las transiciones: tanto que mejorar). Bueno, con la euforia del logro acuático me perdono la lentitud y salgo con alegría. La alegría en la bici me dura poco -el primer kilómetro, en paralelo al mar, nos pone en nuestro lugar. Se ha montado un buen cristo meteorológico -ni rastro de sol, nubes muy amenazadoras y un viento que tiene poco de brisa: debe andar por los 30 km/h; el viento, porque yo empiezo a perder velocidad enseguida. Voy en un grupo durante un rato -al grupo se une muchísima más gente y se producen unas cuantas situaciones de peligro con alguna caída incluida. Improperios y tonterías varias que se escuchan en un pelotón así. Detalles feos. El grupo se desperdiga porque, en seguida, comienza el ascenso al puerto de La Cuesta (los topónimos murcianos son así de transparentes). Con mi compact voy a plato gran parte de los 10 kms de subida. Hasta que digo, hasta aquí hemos llegado y meto el plato pequeño; empiezo a subir piñones y, en una de estas, me doy cuenta de que no me falta nada por meter o sacar, como prefiráis. No quedan más piñones. Menos mal que el fin del puerto llega enseguida. Ahora toca bajar y subir la media. Tras dos o tres curvas un poco peligrosas, el resto es bajada fácil y disfrutable -se monta otro grupo interesante y la carretera se va acercando, entre campos de alcachofas, al destino. Rotondas y alguna marrullería (un triatleta que atrocha por una rotonda y se justifica gritando que es que si no se le va el grupo y se queda solo, pura psicodelia, vamos). Quedan como 6 kms y empieza a chispear. Pero cuando quedan sólo 4 el chispeo se ha convertido en diluvio puro. Diluvio de dimensiones bíblicas -al menos eso le parece a mis gafas que no me dejan ver casi nada de lo que tengo delante. Gafas, casco, bici, manos, zapas: todo empapado. Nunca he ido en medio de un diluvio así a 35 km/h pero me digo que mejor terminar estrellado que ahogado en un campo de alcachofas. Después de todo, queda un kilómetro, entramos en Fuente Álamo. Boxes-piscina: termino la bici a una media de 27 km/h. Regular. Compruebo lo que me temía: mis zapas de correr están completamente inundadas, pobreticas. Echo a correr, tras perder otra vez más de  dos minutos en boxes. No veo nada. Debo de llevar una pinta muy elegante con las gafas estas pero opto por subírmelas ante el riesgo de estrellarme contra cualquier esquina. Bendito buff, hoy me sirve para sonarme la nariz y limpiarme las mocarreras. Voy chof chof chof con los pies empapados. El recorrido, además, tiene algunos momentos verdaderamente emocionantes entre barro y charcos salvajes. No voy corriendo nada cómodo y sé que ando más lento que mi ritmo normal -voy un poco pasado de rosca acusando los entrenos de carrera a pie de la semana. Da igual. Estoy contento. Se me hacen cortos los 5 kms -bueno, se me hacen como lo que son: 5 kms. Entrada en meta con cierta gracia en 1h38'27'', puesto 382º de la general (de 637 llegados) y 36º de mi categoría (de 80).

agua: 16'36'' (promedio de 2'22''), puesto 524
bici: 56' (promedio de 26,8 km/h), puesto 344
pie: 20'47'' (promedio de 4'09''), puesto 243

Vuelvo a sentir el tremendo chute de endorfinas que se siente al terminar un triatlón -esta vez por duplicado porque me he conseguido quitar la espinita de Fuente Álamo y porque he abierto la temporada 2013. De todos modos, tengo frío y estoy un poco con la pinza ida -en seguida recupero el contacto con la realidad y empieza el tercer tiempo. Más socialización: ahí aparece @ManuSanchez_92, un chaval que conozco por Twitter y que derrocha ilusión en la cara porque acaba de terminar su primer triatlón (enhorabuena). Ahí me voy encontrando con todos los del club con los que había empezado la tarde: Ramón, Pepe, Jose, Domingo, Esteban, Paco... Nos vamos reencontrando y en algunos abrazos aprecio el verdadero calor de quienes se alegran de verdad de que haya remontado el bajón este de algunas semanas. Barra libre de fruta: avituallamiento de lujo y el cielo que se prepara para seguir demostrando que él también es triatleta. Cada vez tenemos más frío. Tiritona intensa y a esperar que abran boxes. Los boxes-piscina se han convertido en un barrizal. Por fin, tras más de media hora larga de espera y tiritar, los abren y allá que nos lanzamos desesperados a sacar bicis y a quitarnos el frío de encima. En estas que, otra tricoincidencia, me encuentro con @josefdelajungla -otro viejo conocido de este blog y de Twitter. No hay tiempo para mucha charla porque la urgencia es sacar la bici y entrar en calor. Me encuentro apelotonado en un pasillo de barro -están controlando la salida y empieza a diluviar otra vez. Esto no tiene nombre. Nervios y escena un poco patética. Consigo salir de boxes y me instalo bajo una cornisa: sigo tiritando y con las manos moradas de frío. Cosas para olvidar después de haber hecho un triatlón épico como este, pero quizás la organización debería haber previsto unas mantas térmicas de esas que dan en otras carreras o un avituallamiento caliente. Algo.
La conclusión de la crónica es que sí, claro que vuelve la magia. Lo sabía, pero no estaba de más confirmarlo. Terminas el primer tri de la temporada y estás otra vez en circulación. Te da igual ser mejor o peor -pero sabes que estás ahí y que has disfrutado y que has recibido tu chute y que esto te ayuda a lidiar con las cosas feas de la vida. Sabes que estás ahí y que el triatlón estará también por ahí, unas veces más cerca otras más lejos, pero por ahí. Y no te importa residir en la periferia del mundillo porque, al fin y al cabo, has vuelto a recuperar el gusto y la emoción por esto. Y Fuente Álamo, además de devolverte el gustillo, te regala una revelación: el encanto de esto, al menos para los populares como yo, creo que reside en esta eterna tensión entre sentirnos vulnerables y, a la vez, inmensos y poderosos. Sentir que no vamos a ser capaces y, cuando lo somos, sentirnos un poquito más grandes. Es una tontería dedicar un puesto 382º en un triatlón, pero, da igual, este os lo dedico a quienes habéis estado ahí estas semanas tontas -ya sabéis quiénes sois. Un abrazo.

viernes, 26 de abril de 2013

Siete moralejas post-bajón -post exclusivo para deportistas reflexivos

Continuar aprendiendo

¿Cuánta de la magia que se esfuma acaba volviendo? ¿Cuántas predicciones meteorológicas se acaban equivocando? ¿Cuántos castillos-temporadas se conquistan teniendo paciencia y esperando? Vuelvo por el blog como si no aprendiera -vuelvo por el blog justo en la víspera del tri de Fuenteálamo: el segundo en mi calendario de 2013 y en el que, en 2012, me retiré por el temporal y el oleaje. ¿Volvemos a las andadas? Aquí me tenéis exponiendo mis debilidades de nuevo al público y, como si no hubiera tenido suficiente con Elche, arriesgándome a ciber-gafarme. No aprendemos, no.
Aunque bueno, en los últimos doce días sí he aprendido cosas. De hecho, creo que, en este día pre-Fuenteálamo, tengo necesidad de escribir una entrada por eso, porque me apetece compartir lo aprendido para que lo aproveche gente que se inicia en esto o gente que, ya iniciada, a veces se pregunta cómo funciona esto de una vida de largo recorrido en el deporte popular.
La primera moraleja: No por mucho correr se llega antes a los sitios. Sin duda, disfrutar y consolidar etapas son dos grandes ayudantes a la hora de lograr metas, cumplir retos, conquistar desafíos. En mi caso, el reto del fin del mundo (por el que, en parte, sigue existiendo este blog) consiste en realizar un triatlón distancia Ironman para celebrar mi 50º cumpleaños, para lo que quedan todavía muchas temporadas (bueno, según se mire no tantas). Mi objetivo este año era consolidar la media distancia. Creo que soy un fondista nato, pero: ¿se puede aspirar a consolidar ese tipo de distancia en una tercera temporada de tri? ¿no debo antes solucionar otras cosas como por ejemplo mi malísima natación? A mi alrededor veo gente que se salta etapas, que debutan en triatlón con medias distancias, que hacen un Ironman sin haber nadado en la vida en el mar... Son decisiones personales, pero creo que, a no ser que seas un portento físico y deportivo, el saltarse etapas suele ser fuente de problemas.
Segunda moraleja: El deporte crea damnificados físicos y mentales. El deporte es fuente de salud, de inspiración moral y psicológica, de valores, de belleza, de tantas y tantas cosas positivas. Sin embargo, en este 2013 miro a mi alrededor y constato que hay bastantes casos de personas que están o bien lesionadas o bien con algún problema de ánimo relacionado con el deporte. Lo que me lleva a pensar que el carro de entrenamiento de alta intensidad al que nos hemos subido una gran parte de populares exige un cuidado extra de mente y cuerpo. Sin buena alimentación, sin buenos estiramientos, sin buenas precauciones, sin una vida mentalmente ordenada, esto acaba por reventar por algún lado. 
Tercera moraleja: No somos deportistas profesionales. De alguna manera, esto se deriva de lo anterior -el caso es que uno ve vídeos super motivadores en Youtube: que si mi vida está hecha de entrenos, que si impossible is nothing, que si Jan Frodeno somos todos, que si para arriba y para abajo. Al final, si no te tomas todo ese material con cautela, la inspiración se acaba volviendo en tu contra. No. No somos profesionales. Tenemos mucho mérito; casi tanto como ellos (a veces diría que más), pero no somos pros. Y, lo que es más importante, hay muchas cosas que (al menos para mí) sí son imposibles -aun con esfuerzo, aun con trabajo duro, aún con sudor. 
Cuarta moraleja: Existen límites, por suerte o por desgracia. Esto es así: y esta es la moraleja lógica derivada de la anterior. Claro que existen límites. Hay todo un colectivo de deportistas populares por ahí que andan desafiando al límite; buscan el limite como si, de alguna forma, no existiera. Como si no existiera, juas. Me río yo. Cada uno debe conocerse a sí mismo -creo que esto es uno de los grandes regalos de practicar deporte con asiduidad. A través del deporte uno se conoce y también conoce sus límites, lo que le funciona y lo que no, lo que se puede mejorar y lo que no. Reconocer miedos, límites, limitaciones puede ser un inicio hacia la mejora. Por desgracia, hay habilidades, tiempos, ritmos que, llegado un punto, no mejoran más -esto es importante asumirlo. Esa es una premisa que hay que entender y saber llevar en este negocio.
Quinta moraleja: Ser uno mismo es importante en esto. La masa a veces nos ayuda a engancharnos a esto. Sin duda, participar en grandes eventos con cientos, miles de deportistas es difícil de describir por las maravillosas sensaciones que conlleva. ¿Cómo explicar lo que se siente al participar en un evento deportivo con treinta mil corredores más? Pues sí; muy bonito todo esto. Sin embargo, no perdamos de vista nuestro propio centro: somos nosotros mismos. Creo que es básico seguir reconociéndose en el espejo cada mañana. Yo soy un aprendiz de triatleta poeta y llorón y en la actualidad resido en el miedo a las aguas abiertas y al oleaje y en la periferia del mundillo. Qué le vamos a hacer -no estoy dispuesto a renunciar a lo que soy por hacer triatlón. El compararse con otros, el jugar a hacer lo que otros hacen, es, para muchos de nosotros, frustrante. Mantener la propia visión que tiene uno de esto, su propio estilo, su independencia, creo que son imprescindibles para mantener la cabeza en nuestro sitio. En estos días he oído de todo: quizás lo que más me ha impactado es que un triatleta bastante cercano me dijera que no escribiera sobre mis miedos y sobre mis tristezas y bajones porque exponer eso en público no iba con el mundillo, porque hay gente con mucha malicia. La malicia, la masa, el mundillo; todo eso debe dar igual si aceptamos que somos como somos.
Sexta moraleja. Las travesías del desierto se hacen en solitario. Por desgracia, recuperar la ilusión perdida, orientarse en una actividad fascinante que por un momento ha pasado a dejarte frío, encontrarse a uno mismo es algo que uno debe hacer solo. No hay consejos. No hay ayudas. No hay  modelos. Creo que yo voy encontrando mi propia ruta. Creo que, tras unas semanas en que los entrenos no significaban más que pereza para mí, voy encontrando mi sitio de nuevo en el asfalto. En los días post-Elche he tenido entrenos memorables: algunos compartidos, otros en soledad. Correr con lluvia anoche o hacer el domingo pasado mi ruta de bici más larga hasta el momento (107 kms) por parajes verdaderamente bellos han contribuido a que recupere sensaciones mentales y a que me quede sorprendido por lo que disfruto con todo esto.
Séptima moraleja: La cabeza y las emociones son tan importantes como el cuerpo (o más). En el deporte hablamos mucho de entrenar el cuerpo, de hacer series, de nuestro VO2max, de nuestras pulsaciones por minuto, de kilocalorías, de watios, de cadencia, de potencia, de platos y piñones, de revoluciones por minuto, de músculos, de pesos y cargas, de brazadas y técnica, de mejores marcas personales, de disparos de salida y chips que pitan al entrar en meta, de ayudas ergogénicas, de hidratos y proteínas, de exigencia de oxígeno en la recuperación post-ejercicio. Tantas y tantas cosas. Pero qué poco nos atrevemos a hablar de emociones, entreno mental y miedos. Y, paradójicamente, somos emociones tanto como somos fuerza y cuerpo. Sin emociones, sin un estado mental adecuado, no somos nada. Sin superar miedos, sin cuidar nuestra motivación y nuestro estado emocional con tanto mimo como nuestros músculos no somos nada. Y eso no se puede negar. Yo, al menos, no lo puedo negar.
Bueno; pues un triatleta del club me preguntaba ayer que en qué fase estaba. Creo que estas moralejas que he escrito resumen muy bien la fase en que estoy. Dispuesto a seguir y dispuesto a seguir siendo yo mismo y dispuesto, sobre todo, a seguir aprendiendo. Y sobre todo con varios convencimientos en la mochila:. ser yo mismo y ser independiente es una premisa irrenunciable en mi planteamiento deportivo. Tan importante como este otro principio: jamás voy a hacer algo en el deporte que no me apetezca de verdad. Tan importante como esta intución: el pánico y el miedo tienen cura siempre que estemos con las emociones y estado mental adecuados. Manos a la obra. A otra cosa.

miércoles, 17 de abril de 2013

Los restos del naufragio

Lamerse las heridas las hace, seguramente, más grandes. Aun así, aquí sigo: instalado en una especie de shock traumático paralizante que no me deja pasar página después de lo de Elche. Lo sé: soy complicado, un tío entusiasta donde los haya pero demasiado proclive al autoanálisis y a la perfección y a la exigencia y a la autoexigencia -en todos los ámbitos de mi vida, ya sea en lo deportivo, en lo profesional, en lo emocional, en lo familiar, me acabo dando un buen porrazo en la cara porque, a menudo, mis expectativas no conciden con lo que hay. Ya sabéis, el etorno binomio: la realidad y el deseo. Tampoco estoy seguro de que esté bien esta continua exposición al público; como dice la amiga Belén, no es preciso que retransmita cómo me desangro en público. En cualquier cosa, siempre he sido mucho de escribir (soy un chico de letras) y creo firmemente en las propiedades terapéuticas de la escritura. Igual que el otro día decía que no me concibo sin actividad física, tampoco me concibo sin leer y escribir. También me consta que, aunque parezca extravagante y enrevesado lo que escribo y un tanto alejado de lo deportivo, hay algunas personas deportistas que encuentran inspiración en este blog y entresacan consejos que les sirven para su propio desarrollo. El que sean pocas esas personas me anima a escribir aun más...
Pero bueno, volviendo al principio, lo peor de todo no es la parálisis, lo peor de todo es seguir sintiendo miedo. Miedo y una indescriptible soledad ante una travesía de una estepa para la que no tengo mapas. En tres días me está dando mucho tiempo a pensar quién soy como persona y como deportista. Peligroso venirse abajo por algo que, objetivamente, no tiene la menor trascendencia. Sin embargo, miro a mi alrededor y veo que, en los últimos meses, he oído, leído, encontrado bastantes casos de damnificados por la práctica deportiva tomada demasiado en serio. Uno pone demasiada carne en el asador y, al final, acaba oliendo a humo o, directamente, quemándose las manos. Lesiones físicas o lesiones psicológicas: la carne o el espíritu.
Objetivamente detecto que hay varias cosas que debo mejorar si quiero seguir en esto: en primer lugar, mejorar, sea como sea, la natación; en segundo lugar, y esto hay que decirlo bien claro, superar el miedo a la natación en aguas abiertas (esto, que está producido por una inseguridad en el agua motivada por mi mala natación, es la razón primordial por la que el pánico no me dejó ir a la cámara de llamada en Elche); en tercer lugar, recuperar el placer de entrenar y la motivación por el deporte (está claro que, aunque los entrenamientos sean exigentes, si la motivación y el disfrute están ahí, las cosas salen solas); en cuarto y último lugar, pasar de la trisociedad -ocuparme de mí, de quien me quiere y también del puñado de gente maja que he conocido haciendo deporte. Analizando sensaciones, percepciones y motivación, echo mucho de menos el anonimato de mis primeros triatlones -el no conocer a nadie, el no tener ninguna presión de grupo es una sensación que, sin duda, quita mucho hierro al asunto. Y, claro, luego está la típica y extendida confusión: hacemos triatlon, somos una familia. Mentira -eso es una gran mentira. Prueba de ello es que estos días me han servido para saber quiénes de esa supuesta familia son amigos (o, al menos, personas a las que importo) y quiénes no. Cosa que, por otra parte, es lógica, pero que pone al descubierto cómo funciona la trisociedad: que me vean (en el mundo real o en las redes) con los máquinas, pero que no me vean, por favor, con los que no siguen el guión´de las triconvenciones y de otras convenciones sociales más relacionadas con la vida de cada cual. Y me siento incluso un poco reconfortado al sentir que el no seguir el triguión (sentir pánico y no acudir al bocinazo de salida es algo que se aparta escandalosamente del guión; lo suyo es hacerlo sí o sí e incluso exponerse a un ataque cardiaco por ello, como ya ha pasado alguna vez); decía, el no seguir ese guión me reconforta, en parte, porque es un acto de rebeldía.Y, cuidado, que no se me malinterprete: me gusta el triatlón, me gusta hacer triatlones y me gusta nadar, andar en bici y correr (no sé si en ese orden). Que nadie lo dude porque si no, no estaría ni aquí escribiendo ni me habría partido los cuernos en los últimos años por haber subido el escalón o los dos escalones que he subido en mi progresión. Que nadie lo dude: llevo años como corredor y llevo años preparándome para hacer triatlones. Así que las dudas sobre lo que me gusta y lo que no están de más (perdonad el tono pero es que a veces se me percibe como un recién llegado a la actividad física y al tri, y eso, perdonen que no me levante, no).
Bueno, eso son cosas más o menos objetivas. Subjetivamente, me siento un tanto perdido. No hay ni GPS ni mapa que me digan cómo van a salir los próximos meses. (Quizás, paradoja de las paradojas, eso es una de las grandes cosas que voy a sacar de todo esto: el reseteo y el ir resolviendo incógnitas poco a poco). Otra de las cosas que, subjetivamente, siento es una gran pena al escuchar la canción del vídeo -esa, durante los últimos dos años, había sido mi canción fetiche a la hora de desplazarme a las competiciones. Me encantan los Manel -esta canción en particular contribuía al subidón precompetición, en parte por el estribillo. Hoy escuchando otra vez la letra, le encuentro, si cabe, más sentido incluso:

Guardeu-vos forces bona gent, potser ens veurem un altre dia
sabem que volíeu fer més, però que hi farem així és la vida
t’equivoques d’uniforme i dispares a qui més estimes
t’equivoques de remei, i va i s’infecta la ferida,
i alguna estona que us penseu, també ens agrada estar contents
però sembla tant clar que ens equivoquem, com que ho anem a fer
però sembla tant clar que ens equivoquem, com que ho anem a fer


Pero parece tan claro que nos equivocamos como que lo vamos a hacer. La canción sonó en el viaje a Elche varias veces pero no conseguía conectar con ella. Esta mañana he vuelto a escucharla y la conexión ha vuelto. He sentido, como digo, una gran pena (pena, y, por qué no decirlo, la sensación de que, si llorara durante tres o cuatro horas seguidas, como un crío chico, probablemente sentiría espacio para lo que tiene que venir en lugar de esta parálisis). Pues eso, al menos he sentido.

lunes, 15 de abril de 2013

Elche-Arenales 2013: la gran espantá

Laberinto de cañas en la playa de Arenales. Toca buscar la salida
Intro: alehop!
Ya estamos de vuelta de Elche. Como algunos ya sabréis, no hice el MD de ayer -no es que abandonara, es que no me levanté de la cama. Supongo que, en lenguaje técnico y en las clasificaciones figuraré como uno de los no presentados en Arenales113 2013. El mayor error fue acudir a una prueba para la que, físicamente, me encontraba sobradamente preparado (estoy hablando de terminarla) y mentalmente en un estado desastroso. Motivación CF, 0 -CD Miedos, Paranoias y Ansiedad, 8. La goleada fue histórica, de eso no puede caber ninguna duda.Antes de proseguir con esta anticrónica, una advertencia importante: no creo que tenga autoridad moral ni deportiva (Elche hubiera sido mi décimo segundo triatlón) para hacer juicios de valor sobre nada relacionado con el triatlón. Que nadie considere mis percepciones y mis opiniones como algo más que eso, meras opiniones y percepciones personales. Ni juzgo ni critico a nadie -sólo a mí mismo.
Tragicomedia en dos actos
¿Cómo se desarrollaron las cosas? Pues tras unos días de intenso debate interno deshojando margaritas, tras unos días de luchar a favor y en contra de las expectativas (las mías y las ajenas) en las redes sociales, aterrizo en Elche en la tarde del sábado. Uno de los mejores triatlones de la Península y del mundo mundial, que en 2013 ha establecido un nuevo récord de participación en 1300 triatletas. Pues lo dicho; como a las cinco de la tarde, desembarco en el paseo marítimo de Arenales en busca de mi dorsal y chip. La verdad es que parecía un emigrante español en Alemania en los años 60. Me faltaba la cara de Alfredo Landa, la maleta de cartón y el pollo colgado del manillar de la bici. Bueno, la sensación era como si hubiera llegado a Düsseldorf procedente de Villanueva del Gatillazo: entre cabras, ruedas de perfil, triatletas uniformados con ropa de compresión de todos los calibres, chiringuitos dispensando geles y complementos nutricionales, tenderetes dispensando toda suerte de gafas, prendas, neoprenos, más ruedas de perfil, aglomeraciones, caras conocidas y desconocidas; entre todo eso, digo, me planto yo con mis vaqueros y mi cazadora Dunderdon como si fuera a tomar una cerveza por Södermalm. Lo más grave es que, además de vaqueros y chupa en plan pureta moderno, llevo de la mano a mi Trek de aluminio y... prepárense para la sorpresa: sin acople. Bueno, sorpresa ninguna, porque no creo que nadie reparara ni en mi chupa, ni en mi Trek ni en la falta de acople. La sorpresa fue exclusivamente mía al entrar en ese territorio habitado por los triatletas de verdad. Los que hacen media y larga distancia. Los que no están pendientes de predicciones de oleaje porque van a nadar sí o sí. Porque van a nadar más agusto, incluso, si hay olas tremebundas que convierta el triatlón en una verdadera y heroica exhibición de actitud y de poderío de testosterona y endorfinas. La épica de este deporte, ya sabéis: cuanto más duro, mejor. Cuanto más podamos fardar, mejor. La sorpresa era predecible. Quizás no tanto el sentirme tan absolutamente fuera de sitio en medio de la triturba. No todo fueron sorpresas negativas: también charlé e hice un poquito de sociedad (cuánto me gusta hacer sociedad) con alguna de la buena gente que conozco y está metida en esto hasta las cejas. También sorpresa positiva protagonizada por la organización: gestionar tal aglomeración y rebaño de cabras debe ser muy complejo, así que enhorabuena y a seguir así...
Una vez solucionado el tema de dejar la bici en boxes, toca ir para L'Altet, la pedanía donde está el hostal base de operaciones. Deprimente pasar la tarde de un sábado en un sitio así, la verdad. Deprimente también el hostal. Una noche más en tal sitio y uno acaba cortándose las venas en la bañera de la habitación. Eso es así. El caso es que el entorno es tan poco inspirador que decido tomarme un par de cervezas para aliviar presión, a la vez que malcenamos en un bar de montaditos bravíos -la mejor cena para afrontar una competición al día siguiente, sin duda.
Todo va cobrando forma. Temores y sombras que se van proyectando en la lona blanca de mi cabeza. Las previsiones de oleaje en Arenales del Sol a las 8 de la mañana, hora de mi salida, dan una altura  de 1 metro. Intento visualizarme llegando a la primera boya -al fin y al cabo, he comprobado in situ que no están a una distancia tan imponente de la orilla -es algo enteramente asumible y factible, me repito una y otra vez delante de la horchata que me he tomado, de las cervezas y, por supuesto, de los montaditos. Lo de las olas es más peliagudo. Pienso y repienso. Doy vueltas y más vueltas y así sigo, dándole vueltas al mar, a las olas y a la temperatura del agua, desde que me meto en la cama a las 10 y media. Duermo algo, por fin; pero antes de las 3 estoy despierto para no volver a dormirme. Estoy a bordo de una verdadera tormenta -las olas las estoy produciendo yo con la sugestión y con los miedos. Qué malo es pasar miedo. Qué malo es, sobre todo, el miedo por la noche. Qué malo es cuando eres consciente de que estás sufriendo un verdadero ataque de pánico cuando deberías estar durmiendo plácidamente. Vueltas y más vueltas -intento ser racional, intento visualizarme por enésima vez. Pero no hay suerte. Al final, cerca de la hora de levantarme, cuando el hostal empieza a sonar y resonar por todos lados con triatletas que se preparan para acudir a Arenales en heroica procesión, yo tomo la decisión -no voy a levantarme. No me veo descansado y, sobre todo, no puedo ir a hacer un triatlón con semejante estado de ansiedad. Tomo la decisión y siento un profundo alivio -creo que he gastado tantas kilocalorías esta noche como si hubiera hecho el MD; quizás me equivoque en el cálculo, pero ¿cuántas neuronas habré quemado? Me quedo dormido y mi única preocupación ahora es recuperar mi bici. Sacarla de boxes y salir de la provincia de Alicante lo antes posible. El resto es imaginable. Despedida de boxes y de los Arenales del Sol a la francesa y con un sabor en la boca como a chicle de esos que, a fuerza de mascar, han perdido todo el sabor.
Vuelta a casa
Lo que más me ha sorprendido de toda esta movida es lo fácil que ha resultado sacar conclusiones y escribir esta entrada tan difícil. La primera conclusión es que tengo que tomar una serie de decisiones (algunas están tomadas ya) que me ayuden a salir de este bloqueo absurdo. He pasado en cuatro meses de estar contento con lo que hacía, de concebirme como un triatleta, a una situación de parálisis en que el triatlón me produce dolor. Me duele lo que no soy, me duele lo que no sé hacer, me duele lo que no hago y, colmo de los colmos, me duele incluso lo que hago porque creo que lo hago mal. Esto es, emocionalmente, una ruina e incluso he barajado la posibilidad de necesitar ayuda psicológica profesional. Sin duda hay muchas cosas que influyen en cómo me siento (tener una madre de 90 años que, poco a poco, va teniendo más y más complicaciones en su vida diaria es algo que tiene mucho que ver en la escena general), pero muchas de las razones están relacionadas directamente con mi práctica deportiva (falta de progreso en el agua, sobreentrenamiento, excesiva competitividad, excesiva exposición al grupo, falta de autonomía y de entrenar por placer).Vuelvo a la seguridad de casa y me pregunto. Tantas preguntas surgen que parece que me hago una entrevista. ¿Qué ha pasado en mi vida, en mis entrenos, en estos últimos meses para acabar así? ¿Cómo las ilusiones de meses, de años de partirme los cuernos por intentar nadar un poquito mejor, pueden acabar en un ataque de ansiedad ahogado por las sábanas y por la luz de seguridad de la habitación de un hostal de tránsito?
Conclusión: hacia la salida
Creo en la actividad física -me es imprescindible. Me gusta nadar, me gusta montar en bici, me gusta correr -me gusta hacer triatlón. Tengo que librarme de lo que no me gusta -la presión del grupo, el falso compañerismo, las falsas amistades de las redes sociales, las presiones de un deporte grupal convertido en feria de la testosterona, de la competitividad, de la imagen pública, del negocio, del postureo y de los eslóganes fáciles. Me urge volver a ser el que yo era hace unos meses, el que llevaba siendo desde que empecé un proyecto ilusionante como era hacer triatlón y con el que la gente que me quiere me veía ilusionado y lleno de energía. Me urge volver a retomar el deporte como manera de esquivar los miedos y bofetones que nos sirve la vida en bandeja. Me urge volver al convencimiento de que hacer triatlón implica llevar una vida sana, proactiva y comprometida con el medio ambiente. Me urge ser yo mismo otra vez y salir de dinámicas pesimistas. Me urge encontrar la salida. Seguir con el guión de competiciones es lo menos importante ahora. Lo más importante es recuperar mi cabeza de hace unos meses. Y, aunque ahora mismo el GPS está buscando señal, creo que no voy a permitir que la salida pase por dejar de montar en bici, dejar de nadar o dejar de correr. Espero haberme expresado con claridad.

jueves, 11 de abril de 2013

Previo de Elche-Arenales 2013: mariposas en el estómago mar adentro


A por la primera boya! En San Francisco, no en Elche
Me gustaría ser un triatleta de esos que no tienen miedo al mar ni a las olas. Un triatleta de verdad. Un triatleta sólido. Empezar la tritemporada 2013 con un medio IM, así, por todo lo alto, a todo estrozo, tiene mucha miga. Quizás hubo un error de cálculo o quizás tuve, al planificar con entusiasmo (también cuidadosamente, eso sí) todo el calendario una especie de espejismo -creo que hubo mucho de esto: a principios de año todavía tenía un montón de esperanzas sobre mi mejora y confianza en el agua. Lo mismo tendría que haber sido más realista y haber optado por algo más llevadero, un sprint con solera como Fuenteálamo, sin más. Lo que debería haber sido y lo que es, o está a punto de ser. La realidad y el deseo. Juas.
El caso es que, a tres días de Elche y tras haber medio superado un amargo bache en que me he planteado dejar Elche e incluso el triatlón por una temporada, siento una cierta ilusión, no lo puedo negar. Estoy a punto de hacer o intentar hacer uno de los triatlones con más tradición y más ambiente de España. Un triatlón en el que se trata bien al triatleta y en el que los triatletas importamos. Vale. Todo eso está muy bien. Testimonios de expertos me aseguran que es un MD fácil, con un recorrido fácil y con un mar que no suele estar agitado. Vale. Todo eso está estupendo. Más testimonios de expertos me aseguran que es un triatlón para pasarlo bien y disfrutar y para dejarse llevar por el tri-espíritu. Vale, vale. Estupendo.
Aun así, además de esa ilusión, tengo una colonia de mariposas dando vueltas por el estómago: en otras palabras más llanas, tengo un canguele importante (por no decir galopante). Y es que  llevo días (y con el subconsciente, probablemente semanas) pensando en esa segunda boya a 550m de la costa: vamos, al ladito de Menorca. Esto pone de manifiesto que mi manera de entender la natación en aguas abiertas (especialmente en el mar) sólo puede ser calificada como de principiante absoluto. Sin duda, ganar confianza en el mar es una de mis urgencias si es que quiero continuar con todo esto. De hecho, una de las ideas que el domingo me puede animar a echarme al agua con alegría es pensar que esa boya a 550 metros de la orilla es una especie de rito de paso para evolucionar y seguir con esto. Así que, a bordo de  páginas web con animaciones de olas y de vientos y de temperaturas del água (internet es el paraíso de los frikis de todos los estilos), me sorprendo pensando que esto habrá que intentarlo -que no queda otra y que el domingo tocará un madrugón de muerte (mi salida es a las 8 de la mañana, por lo que tendré que levantarme a las 5.30 o antes) y mucha fortaleza mental con el mantra boya-boya-boya dando vueltas en la cabeza.
Volviendo al principio de la entrada: a veces, sólo a veces, también me gustaría ser un triatleta de los que no expresan (al menos de manera tan expuesta y tan abierta) sus emociones. Este enfoque tan emocional del triatlón en un espacio público como un blog no creo que me favorezca mucho de cara a la galería del tri. Exponerse de esta manera, con algunas luces y con tantas sombras, es un tanto atípico y desentona en el mundillo, donde se estilan más otros postureos (cómo se ha puesto de moda esta palabra en el deporte) que el andar llorando por las ciberesquinas. Lo sé. Es por eso que, a menudo, me pregunto de dónde salen los lectores de este blog: creo que, del mundo del triatlón, debe salir tan sólo un porcentaje mínimo. A propósito de todo esto, el otro día me sorprendió un comentario de una amiga virtual de Twitter -Nayra me daba las gracias por escribir aquí y me comentó que estaba sobrecogida porque mi honestidad desarma. Eso de presentarme tal y como soy, con esas luces y sombras, es algo que, desde el principio he hecho en el blog. Me gusta seguir con este enfoque deportivo intimista con el que otra amiga, Carmen,  calificó Triatloneando. Y sí, me encanta escribir de manera honesta sobre lo que pienso y siento y me encanta abordar el tri como un proceso de evolución personal. Pero aun así, me hace gracia pensar lo que el mainstream del triatlón pensará si se encuentra con estas entradas tan retorcidamente emocionales. Cerramos el previo con unas preguntas curiosas: ¿es Triatloneando un blog de triatlón? ¿ha servido alguna vez de algo desde el punto de vista deportivo o de entrenamientos? ¿son los lectores de estas entradas triatletas o deportistas? Y, una muy importante y con mucha retranca: ¿se puede ser triatleta sintiendo tanto canguele al pensar que la segunda boya de Elche está medio kilómetro mar adentro?
P.S. Obvio una pregunta por evidente: ¿sabe el aprendiz de triatleta a lo que se expone emocional y deportivamente el domingo?

sábado, 6 de abril de 2013

Destellos. Visualización. Música


He corrido alrededor de Sognsvannet para algo. He llegado hasta aquí por y para algo
Destellos
Paseo Marítimo de Almería. Wimbledon Common. Thames Path. Cañada Real Soriana. Djurgården. Eriksdalsbadet. Piscina de la UAL. Piscina de las Almadrabillas. Parc de la Ciutadella. Piscina de Los Cantos. Parque Polvoranca. Carreteras de Almería. Carreteras de Segovia. El Pinar de Collado. Piscina de Guadarrama. Piscina de Villalba. Piscina de La Canaleja. Ría de Bilbao. Sognsvannet,Oslo. Málaga. Vilnius nevado. Copenhague. Helsinki. Amsterdam. Piscina de El Espinar. Playa del Zapillo. Central Park. Hudson River Park. Delsjön Naturreservat, Göteborg. Cordeles y cañadas por Basardilla. Parque del Clamores y el Eresma. Canal de Castilla. Playa de la Barceloneta. El Mediterráneo en Cartagena y en Benidorm. El Guadalquivir por Sevilla. Caminos de Liérganes. Piscina de Los Angeles. Carretera forestal San Rafael. Lago Mälaren. La Fuente la Bicha. Playa de Punta-Umbría y El Rompido. Carretera de Tetuán a Martil. Frogner Park. Kungsholmen... Lugares. Talismanes. Corazón
Visualización
Si he corrido, nadado y montado en bici por tantos sitios es, indudablemente, porque me gusta hacerlo. Si he transportado zapatillas, bici e incluso neopreno en viajes, vacaciones y carreras y competiciones varias es, necesariamente, porque esto me gusta. De ahí que, ahora, la prioridad sea pensar en todos esos lugares. Todos esos momentos y buenas experiencias que me han hecho acumular los lugares, mis piernas e, incluso, mis brazos. Ahora la prioridad es esa: salvar muebles, momentos, sensaciones, lugares, personas y, sobre todo, salvarme a mí tal y como soy y me he entendido en los últimos años. No puedo dejar que ciertos errores, ciertas tendencias, ciertas presiones en el mundo del tri o en mi cabeza me vayan a hacer entenderme de otro modo. Por eso, la prioridad ahora es visualizarme entre las boyas del recorrido del mar en Elche. Creérmelo y tirar #palante. Va a ser una semana dura, pero estamos intentándolo.
Música
Después de tanto desánimo en mis últimas entradas del blog, os regalo un pedazo de optimismo y alegría. Por si no los conocéis, aquí os presento a Of Monsters and Men -la canción se llama Little Talks y viene con mensaje: "...cause though the truth may vary, this ship will carry our bodies safe to shore" -porque, aunque la verdad puede variar, este barco llevará nuestros cuerpos seguros a la costa... 

viernes, 5 de abril de 2013

Y ahora, ¿qué?

Mantén la calma y continúa
Si tuviera que resumir con una sola palabra lo que ha pasado en mis dos últimas semanas de intento de triatleta, sin duda, escogería encrucijada. Muchas malas sensaciones, muchas presiones, mucho perder el tiempo con devaneos estúpidos, mucho descentre, mucho mirarme el ombligo, mucho esperar algo que me haga o no me haga reaccionar, mucho plantearme si el triatlón es o no es lo que quiero. Mucho meditar sobre si realmente este deporte tan exigente es lo mío y me hace feliz. Lo que he aprendido en estas dos semanas es que no me han faltado apoyos e ideas y sugerencias y ánimos y empujones y tirones de orejas de gente a la que debo importar. La verdad es que estoy agradecido. Pero bueno, en estos territorios virtuales hay que tener mucho cuidado con lo que se transmite y con lo que se entiende y con lo que se percibe: posiblemente mucha de la gente que me conoce poco habrá llegado a pensar que soy un aprendiz de gurú llorón en busca del beneplácito y los aplausos de la galería. Quienes me conozcan bien sabrán que lo que me está pasando estas dos semanas es bastante diferente a eso. Bastante más complejo también lo es.
Las circunstancias personales, familiares y laborales de los últimos meses no han favorecido mucho tener una mente clara y lúcida, libre de interferencias para dedicarme en cuerpo y alma al tri. Y el diagnóstico al que he llegado, tras mucho darle vueltas, es una combinación explosiva de males deportivos que me han hecho o me están haciendo plantearme si seguir o no seguir con este negocio del triatloneo. Factores intrínsecos objetivos y subjetivos como cansancio acumulado rayando en el sobreentrenamiento, falta de descanso, falta de motivación, preocupaciones familiares se han aliado con factores externos como el excesivo ambiente competitivo del triatlón o mis circunstancias laborales de este curso. Sin duda, el gran protagonista de mi falta de motivación y uno de los desencadenantes de toda esta grandísima movida mental ha sido mi estancamiento en el agua -cuando echas toda la carne en el asador y pones todas tus ilusiones para mejorar en natación y todos los diagnósticos de gente con mucha experiencia en esto del triatlón apuntan a lo mismo (que con mis metros semanales y mis resultados debo tener carencias técnicas importantísimas o que, directamente, estoy perdiendo el tiempo si no consigo bajar de ritmos superiores a 2'10''/100 en distancias superiores a 300m) acabas por perder no ya la paciencia, sino la ilusión e, incluso, la autoestima. Esto de la autoestima es aun más grave. Porque, que conste que me solidarizo con aquellas personas que están hartas de leer los lloros habituales que circulan en la rumorología y literatura popular y cibernética del triatlón, relativos a faltas de entrenamientos y otros menesteres (ya sabéis: no puedo entrenar, no voy bien, no estoy preparado, mis medias son horrorosas, tal y cual). Sí, lo entiendo: pero esto no es un lloro, esto es una constatación desesperada -se ve uno reducido a piltrafilla humana cuando uno ya ni corre con orgullo o con gusto porque sobreanaliza y nota que talonea en exceso o no lleva los brazos bien; se ve uno reducido a piltrafilla humana triatlética cuando, colmo de los colmos y algo que nunca me había pasado en la vida, en los primeros diez metros de un 300 en piscina de 25m, sufre un ataque de ansiedad como si estuviera cruzando el Estrecho). En fin, que no: que uno no se ve. No me veo.Y, por un lado, quisiera tantas ideas y sugerencias y ayudas como letras tiene esta entrada -pero, al tiempo, uno se da cuenta de que esto es una cuestión entre la mente y las piernas y los brazos de uno mismo. Aquí el único que tiene que decidir soy yo. Y aunque el imán de la nevera me dice que mantenga la calma y que continúe, no tengo nada claro que vaya a tener ni la presencia de ánimo ni la autoestima ni la fortaleza mental ni la frialdad y calma necesarias como para hacer Elche-Arenales el domingo 14 de abril, dentro de nueve días. Si habéis llegado hasta el final de esta entrada un tanto bochornosa, os recompenso con un par de consejos en los que, posiblemente, ya hayáis reparado: tened cuidado con el sobreentrenamiento y con el balance de la vida deportiva y la vida emocional (sin descanso adecuado y sin un balance deportivo-emocional adecuado seréis carne de cañón para acabar sintiéndoos piltrafilla humana); igual de importante el segundo consejo: tened cuidado con las redes sociales, con la presión de la masa y del grupo... Quién me lo iba a decir a mí: tanto que valoraba la dimensión social del triatlón y ahora me da por pensar que es un peligro.