El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

viernes, 26 de octubre de 2012

Balance fin de temporada: autoevaluación, descanso y más

Rumbo a la próxima temporada
El domingo pasado, el I Triatlón MD Cabo de Gata-Níjar, mi primer media distancia, cerraba mi temporada 2012. He echado el cierre con con un total de 15 competiciones en la mochila, incluyendo 8 triatlones (5 sprints, 2 olímpicos y 1 MD), un duatlón, 2 medias maratones, 3 carreras de 10k y un trail de 29k. Llegué al lunes, el día después del cierre, con menos cansancio de lo esperado (el cansancio ha ido aflorando al cabo de los días tras el parón en seco...) y, para tranquilidad de esa gente que me ve tan delgado y tan enclenque, con el mismo peso con el que me he ido manteniendo toda la temporada (58.4kg y 12,67% de grasa), señal de que me he alimentado bien a lo largo de estos meses. Quienes leéis este blog y me conocéis me consideraréis un freaky de las reflexiones y de las perogrulladas varias. Me encanta esto que hago y me encanta, también, tomármelo como un proceso de autoconocimiento, de indagación, de aprendizaje, de autoconstrucción. No os puede extrañar, entonces, que lleve desde el domingo inmerso (aparte de en unos días de descanso que mi cuerpo está apreciando bastante para recomponerse) en un periodo de autoevaluación que me dé pistas sobre cómo continuar en los próximos meses.
Para ordenar las ideas voy a utilizar una técnica que he sacado del libro Triathlon. Serious About Your Sport, (de Dickson, Wielinga et alii, New Holland Publishers, Londres 2011). Se trata de un análisis 3/3 ("three and three review"), que en este libro aparece indicado para evaluar el resultado en una competición particular, y que yo voy a utilizar para analizar toda la temporada. Es muy simple: se trata de centrarse en los 3 puntos más fuertes y en los 3 puntos más débiles. Pues ahí vamos...
En cuanto a las fortalezas, destaco lo siguiente:
1. En esta temporada, por primera vez, he entrenado de manera estructurada y con entrenador. Además, he entrenado como un triatleta. Es decir, he seguido planes de entrenamiento que articulaban las tres disciplinas de manera equilibrada y que han incluido transiciones y se han centrado, sobre todo, en llevarme a las pruebas de triatlón en que he participado. Mi nivel de seguimiento estricto a las rutinas de entrenamiento de los planes ha sido variable a lo largo del año, pero tengo la impresión de que he seguido en aproximadamente un 80% los entrenos; algo que tiene su mérito si añadimos a esos planes todo lo que rodea a un deportista amateur (familia, vida privada, otros hobbies, trabajo). Aunque he comprendido que el triatlón es un deporte exigente y absorbente, me he dado cuenta de que son precisamente esa exigencia y el grado de compromiso que demanda las cosas que más atractivas me resultan. Y, por qué no decirlo, valoro mi compromiso de manera muy positiva.
2. En esta temporada he doblado, casi triplicado, el número de triatlones realizados: he pasado de 3 en mi temporada estreno de 2011 a 8 en esta. Además de consolidar la distancia sprint, he debutado en distancias mayores -olímpico y MD. Siento que he dado un salto cuantitativo importante; y, aunque los números no lo son todo, creo que las sensaciones han sido buenas y me siento bastante más seguro en este deporte. Destaco las buenas sensaciones al probar esas distancias mayores: confirmo que soy un deportista diésel y que las distancias largas me favorecen.
3. He mantenido mi nivel de carrera a pie con buenos resultados en las pruebas de running (buenos resultados en la Media de Madrid, 3º puesto de mi categoría en el Trail de Cabo de Gata). Además, sigo siendo capaz de correr relativamente bien en el sector carrera de los triatlones, lo que contribuye siempre a mejorar mi clasificación desde el agua y la bicicleta.
En cuanto a debilidades, destaco las siguientes:
1. No despego en el agua. Aunque he notado ciertas mejoras desde el verano en eficiencia y descenso en número de brazadas, sigo anclado en ritmos muy lentos para distancias largas (alrededor de 2'20''/100m en distancias superiores a 1000m). Lo bueno de esto es que, como decía antes, soy diésel también en el agua: una vez me pongo a hacer metros mantengo ese ritmo lento durante el doble de metros si es necesario... Pero, sin duda, algo debe fallar: con un buen volumen de metros en el agua (meses de más de 30000), la mejora debería ser mayor... Algo hago mal, no hay duda.
2. La bicicleta ha sido mi gran asignatura pendiente. La disciplina que me da más pereza. He tenido un primer semestre muy poco bicicletero y, aunque desde julio he conseguido ser mucho más sistemático y casi no saltarme ni un entreno de bici, me doy cuenta de que es ahí donde se juega gran parte de un triatlón. En relación con la mayoría, estoy todavía muy flojo en bici. Me hace falta mucha más disciplina y muchos más kilómetros sobre la Trek.
3. La acumulación de competiciones (mis cuatro sprints en cuatro semanas seguidas en mayo y junio, por ejemplo) han influido, sin duda, en mi rendimiento y han dificultado la articulación y diseño de los entrenamientos. Aunque este año me lo planteé como un año de consolidación, sin preocuparme por tiempos y resultados excesivamente, como un año en que debía hacer cuantos más tris mejor, creo que, en la temporada que viene, debo elegir menos objetivos y separar las competiciones de manera más espaciada e inteligente. Uno va teniendo ya cierta edad y, aunque hacer competiciones es una manera estupenda de rebelarse contra el paso de los años, competir por competir termina por influir negativamente en el rendimiento y en la recuperación.
Además de esas cuestiones objetivas, se me pasan un montón de ideas subjetivas y difícilmente comestibles por la cabeza. Por ejemplo, que, en determinados momentos, he sentido la tentación de compararme a otros triatletas y de aspirar a integrarme en grupos y redes varias. Me he dado cuenta de que las cuestiones mentales y sociales asociadas al tri hay que manejarlas con la máxima cautela. Este es un deporte con muchos peligros potenciales para la mente: uno hace ocho triatlones en unos meses y corre el riesgo de creerse el rey del manbo. Al final de la temporada, afortunadamente, he caído en la cuenta de que mi visión del triatlón, mi proyecto de autoconstrucción como triatleta, poco tienen que ver con otras visiones y modelos. En triatlón, soy yo frente a mí. Es ridículo pensar de otra manera. Mantenerse al margen de las corrientes de opinión imperantes que siguen pensando que este es un deporte de élite para elegidos, luchar por mi visión en la que sólo compito contra mí, me resulta a veces difícil, pero creo que, a la larga, me merecerá la pena. Y triatlón, para mí, son muchas cosas -aquí van unas cuantas: técnica, fuerza, mente, autoconocimiento, autoconstrucción, compromiso, constancia, proyecto, aprendizaje, sociedad y (muchas veces, quizás la mayoría) soledad.

martes, 23 de octubre de 2012

I Triatlón MD Cabo de Gata: la crónica de mi primer media distancia

El aprendiz de triatleta, contento por graduarse en tri
Tanto entrenamiento acumulado desde julio, tanto escribir por aquí, tanto compartir intimidades en Facebook o en Twitter, tanto #entrenosdeverano, #palante y #aporcabodegata, para, al final, acabar viendo salir el sol en la playa de San José y darme cuenta de que, ahora sí, llegaba la hora de la verdad. Tras unas semanas arrastrando entrenos, cansancio acumulado y alguna pincelada de duda metódica, me planté en el domingo 21 con un equipaje de deberes medio bien hechos, bastantes ganas y, sobre todo, mucho consejo y ánimo de gente que entiende, y mucho, de esto. Si hubo quien me dijo que me tocaba doctorarme en triatlón, no faltó quien presagió que en un media distancia me iba a dar tiempo a aprender mucho mientras moría y resucitaba sucesivamente y en unas cuantas ocasiones. En el equipaje con el que entré en boxes (y que luego recuperé en meta) llevaba trocitos de mi alma y de la de más gente, llevaba bien doblados.para que cupieran bien, paisajes de verano (la SG-500 y sus águilas, ya sabéis), reflejos clorados de varias piscinas, recuerdos de pisadas y huellas variadas. Llevaba también mi ADN de corredor de fondo, mis esfuerzos, mis ilusiones. Y así, con la bici ya colocada y el mono puesto, saludé al sol y volví a caer en la cuenta de que había llegado el momento -como otro experto me comentó, había que agarrar el toro por los cuernos y honrar mis entrenos, mi esfuerzo y mi credo. No es de extrañar que cuando oí eso de triatletas, estáis a las órdenes del juez de salida y, a continuación, la bocina de salida, no tuviera apenas dudas de que esto lo tenía que hacer. Me lo debía a mí y a los trocitos de alma del equipaje.
Y las únicas dudas que tuve llegaron en cuanto me metí en el agua -tanto leer, tanto ilustrarme, tanta revista, tanto artículo, tanto libro y, al final, uno cae en lo más tonto. No había calentado ni probado el agua y, al empezar a nadar en el agua, que no estaba gélida pero estaba fresquita, me quedé por unos instantes sin respiración por el contraste de temperatura. Somos tantos, más de 300, que no me importa ir sin respiración -afortunadamente todo se resuelve en unos metros y, para cuando me quiero enterar, estoy en la primera boya. Boya y sube-baja tremendo. En el mar no hay oleaje pero un poniente de 15 nudos hace que haya un mar de fondo interesante. Tanto que creo que este el mar más mar donde he nadado nunca -enfilo hacia la segunda boya, que veo lejísimos, y cuando llego noto que hay una corriente también interesante. Paradójico pensar que el fondo se vea tan claro y, sin embargo, el mar tenga en sus adentros tal energía reconcentrada. El consuelo es que tiro hacia la playa -la mala noticia, que el recorrido es a dos vueltas y tengo que volver a enfrentarme al sube-baja y a la corriente por segunda vez. Qué le vamos a hacer, aquí no se ha venido a pensar, aquí hemos venido a actuar. En la segunda vuelta lo veo todo claro e intuyo la clave de la media distancia: esto es un ejercicio de paciencia y hay que irse poniendo pequeñas metas. Otra vez, primera boya. Otra vez,  la segunda. Otra vez, la corriente. Otra vez, hacia la playa. Chino, chano. Sin prisa, porque tampoco estoy en condiciones de tenerla. Para cuando salgo del agua caigo en la cuenta de que, aunque queda mucho, me he quitado lo que más temía. Enfilo para boxes, T1 muy tranquila, ánimos, calcetines, casco, zapas y bici.
Y, claro, allá que me voy a por el sector ciclismo. a sabiendas de que es un recorrido duro y que, con el poniente que pega, hoy va a ser más duro aún. Vuelvo a concentrarme en la clave del día: esto es cuestión de paciencia, sin duda. Pequeñas metas que, poco a poco, me llevan a Los Escullos, a La Isleta, y  que me dejan al pie de la Amatista. Rampón mítico y ánimos de gente que no termino de reconocer -una de las cosas que más me sorprendió del domingo es la cantidad de gente que me conoce por mi nombre y que me reconoce y me anima. Otra de las sorpresas: cuando estás metido en un media distancia agradeces los ánimos como agua de mayo, pero vas tan metido en la historia que te cuesta saber de dónde vienen esos ánimos... (En cualquier caso, gracias por los ánimos y perdón por los despistes fisonómicos, juas juas). Después de la Amatista y Rodalquilar, toca empezar la subida hacia Las Hortichuelas y hacia Fernán Pérez -voy conservador (por no decir justo) en la bici. El recorrido no permite coger ningún ritmo, te pones a 50 km/h unos 500m y te encuentras con un repecho que te frena de nuevo. Carretera hacia Agua Amarga, más ritmo, más velocidad -me cruzo con los que vienen ya de vuelta (qué fuerte está la gente, pienso al intuir las caras de todos los galácticos y asociados de la provincia). Me planto en Agua Amarga con una media de 28 km/h; no está mal, me digo. Para celebrarlo me cojo un gel del avituallamiento y me lo tomo; ahora empieza, sin duda, lo más duro. Poniente de cara y kilómetros ya acumulados en las piernas, una malísima combinación aderezada por un moqueo constante que me hace ir en unas condiciones bastante poco higiénicas (y poco dignas, a qué negarlo). Aun así, esto es cuestión de paciencia -paciencia que salpimiento con ratos de disociación y de disfrute del paisaje que, por si no lo sabéis, es impresionante en su belleza austera y seca. Y con paciencia se van recorriendo los kilómetros de vuelta y, con más paciencia, subo y resubo la Amatista de nuevo -y ahí está, desde la cima, el Mediterráneo saludando y dando ánimos. Bajada, últimos kilómetros y la Trek me lleva a San José: entrada en boxes con una media de 25.7 km/h. Me ha salido una bici regular. Con este pensamiento sobrevolando T2, me pongo las zapas de correr e intento salir lo más lanzado que puedo. Ahora debería empezar la diversión -como siempre me digo, esto es lo mío, así que a por ellos, que son pocos y cobardes. La gran sorpresa me la llevo en los primeros 5 kms; el circuito es atroz -esos primeros kilómetros consisten en una serie de rodeos por un barrio de San José, cuestas, rampas, rampones de tierra y asfalto a los que, por mucho que lo intento (y mira que me esfuerzo), no le encuentro explicación. Psicológicamente, bajarte de la bici y encontrarte eso para empezar, sin tener una idea precisa de cuándo vamos a coger el camino de Mónsul, es un desafío. Pero bueno, yo al menos voy corriendo -empieza la diversión (y no me imaginaba hasta dónde iba a llegar la diversión) y empiezo también a pasar a gente que va andando y totalmente derrotada. La organización del triatlón me resultó perfecta, de sobresaliente; sin embargo, creo que esto habría que replanteárselo para futuras ediciones -¿tienen lógica esos 5 primeros kms de cuestas? ¿tiene lógica la dureza de un recorrido por el mero hecho de hacerlo extraduro? ¿tiene lógica el hecho de que sólo un 25% de participantes corriéramos el sector de carrera a menos de 5'/km?. Disquisiciones aparte, me tomo un gel en el avituallamiento, salgo del atolladero y enfilo, por fin, el camino de Mónsul. El camino tiene un firme complicado para correr con zapas rápidas -pero bueno, no importa: yo voy adelantando gente y notando que no voy mal del todo. Genoveses, Mónsul, la Media Luna y Cala Carbón, un rosario de playas austeramente bellas. Paisaje volcánico, recuerdos de días de playa, tierra desértica que se va desplegando delante de mí y de todos los demás -paisaje que escupe, poco a poco, como si fuera lava,  las grandes verdades del triatlón: la primera, que es un deporte bello que nos pone a cada uno en nuestro sitio; la segunda, que hay que domarlo con paciencia; la tecera, que si conseguimos domarlo, nos irá revelando, a manera de recompensa, los misterios de nuestro cuerpo, entre otros, lo increíblemente poderosos que podemos llegar a ser si nos lo proponemos. En todo caso, alcanzo la mitad del camino, avituallamiento de agua y rumbo a meta. Sigo adelantando a gente -sigo disociando a ratos, intentando disfrutar del paisaje, pero el cuerpo me pide ritmo y concentrarme en lo que hago. Así que, del resto recuerdo poco: intento mantener un buen ritmo, llego a San José, me enfrento al sector cuestas con el máximo optimismo que me queda en el equipaje y, poco a poco, llego a meta -he hecho los 19 kms de la carrera a 4'48''/km. He hecho todo el triatlón en 5h28'46'' (aunque el tiempo oficial me suma 8 segundos más, no sé por que), soy el 167º de 316 llegados y el 31º de mi categoría. Los parciales son los siguientes:

agua 1900m: 46'04'' (a 2'25''/100m), puesto 275º
T1: 3'38''
bici 80km: 3h06'23'' (a 25.75 km/h), puesto 229º
T2: 1'38''
carrera 19,2km: 1h31'11'' (a 4'48''/km), puesto 53º

Pero los números, en este caso particular, importan poco. Desde mi entrada en meta, estoy contento de haber honrado mis entrenos. Pero más que nada, estoy contento de haber aprendido y confirmado cosas en esas casi cinco horas y media -que soy capaz de seguir en esto, que he domado al triatlón y a la gata del Cabo, y que tanto el cuerpo como el triatlón son, casi siempre, agradecidos con los esfuerzos que les dedicas. También, que hay mucho de fortaleza mental y de paciencia, tanto en un triatlón como este como en todo el proceso que te construye como triatleta. Además, estoy contento de haber llegado a meta con el equipaje intacto con el que salía a las 9 de la mañana: ya sabéis, la mochila en que iban trocitos de mi alma, trocitos de almas ajenas y consejos, cariños y ánimos varios de quienes han estado (o ya no están) a mi alrededor en los últimos meses.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Faltan cuatro días -flashbacks y flashforwards

Pues sí, señoras, señores, respetable público: faltan cuatro días para el Triatlón de Cabo de Gata. Y a ratos me siento al borde del abismo y a ratos al borde del gran subidón. A ratos quiero que pase el tiempo y a ratos quiero que se pare el reloj. Cómo han pasado estos meses de preparación específica. Vértigo. Mezcla de sabores y de colores y de sensaciones: unas veces pienso que lo he hecho bien; otras veces pienso, que sobre todo en estas últimas semanas, podía haber dado más el callo. En cualquier caso -curiosa mezcla de flashback y flashforward la que me recorre el cerebro: cuando miro para atrás pienso sobre todo en Segovia (tiradas largas de bici o de run, la piscina de El Espinar, atravesar determinadas fronteras en mis entrenamientos por allí), cuando miro adelante me veo, más que el domingo, el lunes que viene, evaluando la temporada por fin y pensando cómo continuará todo esto la próxima. Tantas cosas que hacer esta semana. Tantas cosas que estoy dejando para el final. Lo mejor de la semana: estoy cuidando el descanso (por demás, podríamos decir, juas) y estoy cuidando mucho la alimentación. Tantas reflexiones y tantas lecturas que me llevan a una frase de resumen: el triatlón no es para débiles. No tiene sentido dudar, prestar atención a las previsiones meteorológicas, plantearse escenas raras, barajar oleajes impensables. No tiene sentido porque no pensar en todo eso forma parte del triatlón. Ahí he dado en el clavo -el mensaje me ha llegado y podemos decir que incluso lo he entendido. Por lo demás, nos vamos a la cama pronto -hoy con Sigur Rós, música para meditar, vídeo para meditar también. Concentración. Visualización. Agua. Mar. Y mucho #palante, que es gerundio (¿o no?).

sábado, 13 de octubre de 2012

Quedan 8 días para Cabo de Gata

Un pequeño homenaje al compañero Francisco Manzano
Pues eso, que nos queda un pelao para debutar en media distancia. Esta semana, entre unas cosas y otras, la preocupación ha marcado mi vida de deportista reflexivo -para empezar, un compañero del Club Triatlón Almería falleció el martes tras ser atropellado cuando entrenaba con la bici. Oyes noticias, lees, sabes que esas cosas pasan -pero cuando algo así le ocurre a una persona con la que has coincidido en carreras, una persona que tiene cara y nombre conocidos, el cuerpo se te corta aún más. Horroroso lo que pasó el martes. Además de eso, que da para reflexiones angustiadas por demás, mis preocupaciones de esta semana han tenido que ver con la falta de ritmo en el últmo mes de entrenos: que si dos competiciones (una de ellas un olímpico, que para mí es ya una proeza), que si trabajo, que si cansancio acumulado, que si ánimo a medio gas por cuestiones familiares, que si pasan los días, que si parón de una semana por laringitis y constipado, así nos hemos plantado en esta semana menos 2 con una mezcla curiosa de sensaciones. Mixed feelings again: esa extraña mezcla de deberes hechos y de páginas a medio rellenar; esa sensación de estar preparado y, a la vez, de poder haber hecho mucho más. Y, claro, es el momento de repasar lo que he hecho y examinar lo que guardo en la maleta con la que me presentaré en boxes el día 21: así, veo que durante julio y agosto no me salté ni un entreno; que septiembre y octubre han sido meses más complicados e irregulares, pero, si considero las dos competiciones que he metido en septiembre como entrenos de calidad, y si considero las últimas semanas bajo el prisma del tapering, las cosas no apuntan tan mal. Sin embargo, si  las comparo con la tralla que se está metiendo el personal para preparar esta prueba, mi maleta sale, sin duda, malparada. Lo mejor de darle tantas vueltas a la cabeza es que, en estos días, he puesto en orden muchas historias deportivas en mi fuero interno y he acabado formulando una visión interesante que me reconforta: soy quien soy, no debo compararme con nadie, hago lo que puedo y eso ya es muchísimo, no me dedico de manera profesional a esto, he hecho hasta el momento 7 triatlones en esta larga temporada (un pedazo de logro frente a los 3 de la temporada anterior).Y, finalmente, algo muy importante: voy a ir a terminar mi primer media distancia, no creo que me deba obsesionar el tiempo que haga -aunque el otro día soñara que lo terminaba en 5h59', si hago más o si hago menos será lo mismo -el podio quedará igual de lejos, el disfrute igual de cerca. Para terminar, un par de notas de tranquilidad y optimismo: ayer volví a sacar la bici después de un parón de bastantes días. Preocupado por las historias que se oyen (ya sabéis, los mitos urbanos del deporte popular: la forma en bici se pierde enseguida), pensé que iba a llevarme una sorpresa desagradable -sin embargo, me salió un entreno decente de 53km a 30 km/h con una subida de 12km. Por otro lado, en el agua he vuelto a constatar que he mejorado en estos meses: mi ritmo sigue siendo muy lento pero soy capaz de hacer tiradas de nado continuo de 1800-2000 metros a 2'20''/100 con un número de brazadas sensiblemente más bajo (28 por 25m) al que tenía hace unos meses. Queda mucho por mejorar, pero algo he avanzado en el camino. Supongo que, a punto de entrar en territorio desconocido, al borde de atravesar una nueva frontera el día 21, hay que centrarse en hacer inventario de equipaje, pero siempre relativizando las carencias y subrayando y multiplicando por tres los logros y las cosas bien hechas. Porque no somos pros. Porque tiene mucho mérito compatibilizar esto con la vida ordinaria. Porque lo hacemos por gusto. Y, por eso, porque nos gusta machacarnos el cuerpo, no tendría ningún sentido autoflagelarnos y machacarnos también la mente.

sábado, 6 de octubre de 2012

Stand-by

Nada más que decir, stand-by
Quedan dieciséis días para mi primer medio ironman y llevo unos cuantos sin entrenar -de hecho llevo oficialmente, públicamente, en standby desde el jueves por la noche, que conseguí, a trancas y barrancas, hacer 2600 metros en la piscina. Tengo laringotraqueitis y estoy con ibuprofeno y antibióticos -no estoy como para morirme ni estar en la cama pero tengo mal cuerpo y, desde luego, no estoy para entrenar. El caso es que llevaba desde el olímpico de La Manga nada más que tirando del carro, flojo y, probablemente, incubando algo -la combinación de entrenos y trabajo me ha resultado dura desde que empezó septiembre, pero ya lo de esta semana ha sido sentirme verdaderamente sin fuerzas para nada. Aunque he llegado a hacer un rodaje largo de 18 kms corriendo y hice lo de la piscina el jueves en un arranque de valentía de esa que supone desafiar todas las llamadas de tu cuerpo, la cosa no ha dado más de sí. No sé si ha sido una bajada de defensas relacionada con la prolongada carga de entrenamientos (¿principio de sobreentrenamiento?), pero me inclino más por achacárselo a las clases -con los recortes, tengo clases de treinta y muchos alumnos, en las que intentar ser un buen profe se convierte en una tarea extenuante para el cerebro y para la voz. Y no, no estoy para morirme: de hecho estoy aquí desgranando penas entre infusiones, klínex, estornudos, toses y canciones de Bob Dylan (qué discazo es Tempest). Penas con blog son menos  penas. Lo peor de todo es que no debería sentirme mal: varias voces expertas (incluyendo a mi entrenador y al médico) me han dicho que me relaje y descanse hasta el lunes y que, al haber estado entrenando bien desde julio, el trabajo está hecho y no tendré problemas en Cabo de Gata. Es más, un descansito así puede venir bien para supercompensar y regenerar músculos, cuerpo y mente. Yo quiero creerme todo eso, de hecho me lo creo; sin embargo, tengo también mucha preocupación -la última vez que tomé antibióticos me quedé hecho polvo unos cuantos días tras terminar el tratamiento y no quiero volver a pasar por eso otra vez, y justo a las puertas de mi primer media distancia... Sería una lástima que toda la preparación se vaya al traste por este bache -pero seamos optimistas y tiremos de confianza: probablemente eso no va a pasar y estos días no me matarán, me harán más fuerte, juas. En todo caso, mi reflexión seria del día es que los deportistas populares somos los peores enfermos del mundo y los que menos queremos descansar y atender las llamadas de alerta del cuerpo -nos gusta entrenar, nos gusta hacer las cosas de la mejor manera posible y acabamos autoexigiéndonos lo indecible. Acabamos con un medio parón forzoso como este y nos corroen los remordimientos y las culpas. Como si pasar una mañana de sábado sin montar en bici, contemplando el mundo desde la ventana y tomando té pai mu tan, fuera poco menos que un delito. Pero bueno, no queda otra: tranquilidad y buenos alimentos y salvar los muebles o los restos del naufragio en cuanto que me encuentre bien. Así, en modo standby infusión, nos quedamos hoy.