El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

domingo, 30 de septiembre de 2012

El mirador de la Amatista -a 21 días del Triatlón Cabo de Gata-Níjar

Ayer tocó inspeccionar con dos compis de club el sector bici del medio Cabo de Gata. Había oído por varios lados que "el recorrido de bici hay que hacerlo, al menos una sola vez" y tenía ganas de comprobar cómo es y qué dificultades ofrece. Quien lea esto y vaya a hacer ese triatlón lo habrá oído también, pero por si acaso os lo digo yo: no lleguéis al 21 de octubre sin hacer un entreno de reconocimiento del recorrido famoso porque el circuito tiene un par de sorpresas interesantes que aconsejan una experiencia previa para escoger y probar desarrollos y piernas. Eso sí, intentad escoger un día un poco más plácido que el de ayer -a nosotros nos llovió y nos acompañó un viento de poniente racheado entretenido que dificultó un poco el disfrute y el buen ritmo. En todo caso, el recorrido San José-Aguamarga tiene su aquel -desde luego, yo no lo esperaba tan duro, o quizás el haberme levantado a las 6.30 me hizo ver las cosas del color gris del cielo. El resumen es que hay poco, muy poco, llano -casi todo son toboganes y algunas rampas importantes tirando a épicas, que dan un total de 999 metros de ascenso acumulado entre la ida y la vuelta en un circuito bellísimo y con unos paisajes que dejarán con la boca abierta a quienes no los conozcan (y a quienes los revisitemos también). Destaco las rampas del mirador de la Amatista o la rampa tendida pero prolongada que hay desde Las Hortichuelas en sentido Fernán Pérez. A partir de Fernán Pérez se transita por una carretera estrecha en relativo buen estado pero con piedras y arena que hacen que se haya de llevar cuidado (uno de mis compis de reconocimiento pinchó ayer ahí). Más toboganes y bajada hacia Agua Amarga. Bajada que, claro está, luego es subida. Y vuelta a empezar: todo lo que baja sube, todo lo que se ha subido se baja y viceversa. Cuidado con el rampón del mirador de las Amatistas desde Rodalquilar, que ayer fue para mí el punto más duro del circuito -acostumbrado a subir cuestas sentado me vi enfrentándome, desde la lejanía incluso, a una pared imposible que hace que no sólo te levantes en la bici sino que incluso te retuerzas de pura intensidad y puras ganas de llegar arriba -un error en el desarrollo o en las previsiones de fuerza y esa rampa puede hacer que te quedes clavado en el sitio. Superada la rampa (y dando gracias por la suerte que tuvimos, ya que, aunque llovió desde la mitad del recorrido, no llovió todo lo que temíamos que podía llover) enfilamos los toboganes de vuelta: La Isleta, Los Escullos y, por fin, bajada otra vez hazcia el mar. En todo caso, llegamos a San José sin más problema: al final, salieron 78,6 kms completados en 3h8', a una media de 25 km/h.
Este entreno-inspección marca la frontera de las tres semanas; quedan dos semanas serias de entrenos y una de dejarse caer hasta la prueba. Queda probablemente lo peor, el tener que seguir entrenando cuando el cuerpo te pide ya hacer la prueba, las dudas, las preguntas, el paso de los días hacia la bocina de salida. Y ayer, durante el recorrido, me dio tiempo a pensar y a decir en voz alta todo lo que me da vueltas a la cabeza: que probablemente este triatlón tan exigente no sea el más adecuado para estrenarse en la distancia, que probablemente la fecha sea un poco demasiado tardía, que me encuentro (como se encuentra todo el mundo con quien hablo sobre este tema) cansado de una temporada excepcionalmente larga, que el cuerpo y la mente piden un urgente paso de página y un poco de descanso. A mí, en concreto, el SERTRI Málaga y el olímpico de La Manga me han dejado ya sin apenas reservas de adrenalina -llevo dos semanas siguiendo los entrenos como buenamente puedo, combinando trabajo, cansancio y una desgana que me explico porque, no nos engañemos, las competiciones desgastan y cansan y exigen a gritos un descanso. Y aquí es donde rescato el mirador de la Amatista: ayer la rampa de subida desde Rodalquilar me resultó una metáfora de toda esta historia de triatlones, entrenos, esfuerzos, vidas e ilusiones. Lo que parece imposible, al final es posible. Lo que cuesta un gran esfuerzo, al final tiene una recompensa -¿qué mejor recompensa que subir esa carretera casi vertical y, en la cima, ver cómo la tierra se desploma hacia el mar en una vista imposiblemente bella? ¿qué mejor recompensa que la que nos esperará si conseguimos terminar el I Triatlón Cabo de Gata-Níjar el próximo 21 de octubre? Sin duda, las cosas que merecen la pena cuestan grandes esfuerzos.

martes, 25 de septiembre de 2012

Triatlón Olímpico La Manga: el triatlón de las medusas

¿A por la cuarta vuelta?
Ayer tocaba el olímpico de La Manga, un triatlón que se estrenaba y que tuvo algunos errores de organización que no me impidieron disfrutarlo -el retraso en la salida, la escasez de agua en algunos puntos críticos de la carrera a pie, el peligroso recorrido de la bici a cuatro vueltas, el calor excesivo se contrapusieron a mis buenas sensaciones y a la belleza de algunas perspectivas y vistas del recorrido. Y, afortunadamente para mí, ganaron sobradamente las sensaciones. Aunque la semana había sido ligera de entrenos, tenía mis dudas sobre las ganas de hacer un olímpico a estas alturas de año -con tanta competición acumulada ya me da un poco de yuyu oír el despertador un domingo y darme cuenta de que suena para que me ponga en la línea de salida a esperar el bocinazo. De todos modos, después de pagar una inscripción y un hotel y después de meterse doscientos y no sé cuántos kilómetros entre pecho y espalda, las dudas hay que dejarlas aparcadas en cualquier rincón del alma o de la mente. Más cuando te das cuenta de que hay gente que se levanta a las 7 de la mañana para estar en La Manga apoyando y animando -es lo que tiene tener un club de fans tan fiel; al final uno, por no decepcionar, tiene que hacer de tripas corazón, enfundarse el neopreno, poner la mejor de las sonrisas y tirar para adelante. No importa que hubiera miles de medusas en el Mar Menor, no importa que la primera boya estuviera a una distancia que a un mal nadador como yo se le antojaba exageradamente lejana, no importa nada -después de todo, esto del triatlón es una neura totalmente voluntaria y, casi con seguridad, una de las que más vivo me hace sentir. Así que, visto como transcurrió todo, no cabe ninguna duda: merece la pena aguantar la espera, aguantar la presión pre-bocina, otear la boya en la lejanía, calcular, concentrarse y tirar para adelante. Seguro: no hay manera más intensa de sentirse vivo que ir en un grupo de nadadores rodeados de decenas, cientos, miles de medusas (bonita estampa); no hay manera mejor de sentirse vivo que ver que hoy no vas solo en el agua y que puedes con 1500 metros sin problema; no hay mejor manera de sentirse vivo que tirar para boxes, hacer una transición lenta pero segura (como siempre, esos calcetines y esas zapas sin enganchar en los pedales, viva el espíritu popular); no hay mejor manera de sentirse vivo que optar por ir solo en bici porque los grupos con los que conecto van demasiado lento y los que me pasan demasiado rápido; ese sentirse entre dos aguas (el aprendiz de triatleta que no es malo del todo pero que nunca llegará a ser de los buenos) y ese notar que se consolidan las medias de 34 km/h incluso en los 40 kms de un olímpico; todo eso, insisto, te hace sentir vivo; y más vivo todavía cuando el programa se cumple a rajatabla y al bajarse de la bici uno se dedica a adelantar cadáveres y a hacer lo que sabe hacer medio bien  (aunque corriera a 4'28'' engañado por la euforia y por el calor, pensando que iba a un ritmo de 4'10'').
Pues sí, está claro y ayer lo confirmé: esto se hace para sentirse vivo, para tener un chute de euforia de los que duran dos o tres días. Y eso me produjo entrar en meta ayer en 2h27'56'', 79º de 177 llegados, 9º de mi categoría y con los siguientes parciales por sectores:
Natación: 32'44'' (puesto 132º, a 2'11'')
Bici: 1h10'27'' (puesto 119º, a 34 km/h en un recorrido de 38 km)
Carrera: 44'45'' (puesto 30º, a 4'28'')
2h27'56''.Un tiempo que no tiene nada de especial, un tiempo mediocre, pero que a mí me supo a gloria -por un lado, terminaba mi segundo olímpico en más de 8 minutos por debajo de mi estreno en esa distancia en julio pasado; por otro, por primera vez terminaba en el primer 45% de clasificados de un triatlón. Cuánta tontería se puede escribir -sí, lo acepto, muchas de las cosas que estoy diciendo no tienen base deportiva ninguna, los triatlones no son comparables por sus recorridos y por mil circunstancias, incluso se podría interpretar mi relativo avance en una clasificación como mero efecto rebote por la excesiva popularización de los triatlones; pero a mí me da igual -me tomo el de ayer, el séptimo del año y mi segundo olímpico, como el chute de endorfinas que necesitaba para afrontar la última parte de la preparación para Cabo de Gata. Así, mientras hay voces que casi reclaman pruebas de ADN para poderse inscribir en un triatlón y quitar de la circulación a los que presuntamente estorbamos, yo me quedo tan contento con mis modestos tiempos y resultados. Y que nos quiten lo bailao, amigos.

sábado, 22 de septiembre de 2012

A un mes de mi primer medio

Pues sí; en realidad esta entrada la debería haber escrito ayer, pero entre trabajar y entrenar no pude hacerlo. Por mi mala cabeza y mis ajetreos laborales ayer me tocó triple sesión, un movimiento un poco arriesgado teniendo en cuenta que mañana tengo el olímpico de La Manga. Pero bueno, la cuestión es que no quería que pasara el momento sin hacer una reflexión conmemorativa por aquí. En un mes tendrá lugar el medio ironman de Cabo de Gata -a estas alturas, por lo de los 80 kms en bici del recorrido, tengo mis dudas sobre si considerarlo un medio ironman, pero, en cualquier caso, es mi primera incursión en un triatlón "largo". A estas alturas, también, estoy con sentimientos encontrados sobre Cabo de Gata: estoy disfrutando la preparación, que me está suponiendo un salto adelante en bicicleta; estoy con ganas de hacerlo también; sin embargo, tengo mis dudas y mis nubarrones negros por ahí acechándome: por un lado, no me siento nada suelto en natación (el agua del SERTRI de Málaga se me hizo larguísima y no la disfruté nada) y no paro de pensar que un temporal y un mar picado ese día pueden dar al traste con toda la preparación y con todo el proyecto Cabo de Gata. Por otra parte, esta está siendo una temporada muy larga -llevo muchos meses sin tener una sola semana de descanso, he competido muchísimo este año y, de alguna manera, acuso un poco de cansancio físico y, sobre todo, mucho cansancio mental. Me noto como si me costara arrancar en los entrenos y como con ganas de poder cerrar oficialmente la temporada y pasar página. Así las cosas, las últimas semanas he podido constatar lo difícil que es compatibilizar unos entrenos de cierta exigencia con un trabajo también exigente. Así las cosas, uno se sorprende de lo que el cuerpo aguanta y de que aún me sobre motivación como para, antes de las 8 de la mañana, ayer estuviera corriendo y me salieran 3 series de 12 minutos a buenos ritmos (la última a 3'55''), o que después de trabajar y comer rápido me fuera a Cabo de Gata con la bici para tener que pelearme a la vuelta con el poniente que se metió para cerrar el verano, o que después cerrara los entrenos del día con 1800 metros de agua suaves... Por eso me reafirmo, cansancio mental y reflexiones y dudas no equivalen a falta de motivación. Si esta me faltara no estaría ni entrenando ni escribiendo en este blog que es parte de todo este proceso de crecimiento como deportista.
Pero en fin, para mucha gente que pueda leer esto, todas estas reflexiones resultarán de lo más tonto, de lo más vacío, de lo más aburrido: por un lado, la gente que hace triatlón en plan serio pensará que hacer un medio ironman no tiene ninguna importancia y que no se merece tanta paja mental. Por otro, la gente que no hace triatlón, y alguna gente habrá que lea esto y no esté en esta onda, pensará que hay que relativizar y quitarle importancia a una competición y al deporte-la vida son muchas más cosas.... Afortunadamente, quienes piensan así llevan razón -relativicemos, disfrutemos, quitemos importancia a todo. Pero claro, este blog se ocupa de mi desarrollo como deportista, ¿qué le vamos a hacer? Y resulta que la prueba que tengo en un mes tiene mucho de especial en mi trayectoria -de ahí tanto pensar, tanta reflexión, tanta ceremonia y tanta entrada de blog que, a primera vista, quizás no dice nada.
Nos quedamos ahí. Mañana toca el olímpico de La Manga -en un par de días, la crónica.

martes, 18 de septiembre de 2012

Autoexigencia, mejora, realismo, autocrítica

Uno escribe una crónica realista y enseguida llegan las preocupaciones y los gritos de ánimo desde el entorno. "Estás desanimado". Uno agradece sinceramente el interés, pero nada más lejos de la realidad: no estoy ni desanimado ni desmotivado. Lo que pasa es que uno es de natural perfeccionista -me gusta hacer las cosas bien; y cuando uno se mete en esto del triatlón tiene, razonablemente, sus subidas y bajadas, sus días sublimes y casi perfectos y sus días penosos. Por eso, asumir y reconocer cansancio, reconocer que en una competición se ha llegado a meta pero no se ha disfrutado tanto como otras veces porque, no nos engañemos, se han obtenido unos resultados mediocres incluso en cuanto a sensaciones, son cosas naturales que no tienen que ver con la desmotivación. No comprendo cómo hay gente que tiene blogs deportivos que pintan esta película tan sólo a través de unas gafas rosas. En esto hay de todo: días buenos, días malos, pereza, cambios en los planes, autoexigencia y sacrificio, dudas, disfrute y algún momento angustioso, crecimiento personal y decisiones costosas, momentos de mejora y momentos de atasco. Pero lo tengo claro: hoy por hoy, si no me gustara esto, si no quisiera mejorar, si no estuviera motivado, no continuaría aquí.Y para contrarrestar las malas vibraciones que pudo producir la entrada de ayer, a punto de entrar en el otoño, os dejo un poco de música, una canción sueca que se traduce como "El primer día de la primavera", porque, si algo he aprendido en este tiempo, es que el deporte está lleno de bonitos comienzos...

lunes, 17 de septiembre de 2012

SERTRI Málaga 2012 -el aprendiz de triatleta, cansado

Rumbo a T1. Qué alivio!
Ayer tocaba hacer el SERTRI en Málaga. No hacía un sprint desde junio, precisamente el de Málaga, y tenía ganas de probarme y ver cómo van las cosas. El resumen es que uno quisiera comerse el mundo y, al final, se acaba comiendo un kiwi amarillo para rematar la cena. Tampoco está mal, pero... No sé si estoy decepcionado o, simplemente, mentalmente cansado. Creo que de aquí al medio de Cabo de Gata debo hacer un ejercicio intensivo de higiene mental y de descanso que incluya temas variados como confianza en mí mismo, horas de sueño, tomar distancia de tensiones y temas escabrosos tipo trabajo. Digo esto porque ayer se me vio cansado, eso me dijeron quienes me conocen bien,  y yo me noté sin demasiada chispa -había llegado a Málaga después de una semana de tensiones en el trabajo que me habían conseguido descolocar los entrenamientos y mi orden mental, un puritito ejemplo de que entrenar no es sólo uno mismo sino también las circunstancias y la gente que te rodea. Es triste ver cómo lo que no consigue el cansancio físico lo provoca el cansancio mental y cómo, si uno se descuida y levanta la guardia, se acaba desmotivando en todo, absolutamente todo, a causa de factores ajenos a uno mismo y al entrenamiento.
Pero bueno, el caso es que aparte del cansancio mental, las condiciones en las que llegué a Málaga ayer no fueron las mejores: que si una boda el día anterior, con el consiguiente desbarre nutricional; que si el madrugón, que si conducir... En fin, que cuando sonó la bocina y nos tiramos al agua en la Playa de la Misericordia, me di cuenta, en segundos, que no iba a hacer un gran resultado. No sólo eso sino que el agua se me hizo tremendamente exigente -con un mar plato y sin ninguna complicación. Inexplicablemente nadé con ansiedad y con muy poca eficiencia -notar que vas nadando mal, que no te encuentras, pensar que vas el último, aunque no vayas el último. Primera boya. Giro. Intento visualizarme llegando a la playa pero me visualizo rescatado por una barca o presa de los tiburones o incluso de los boquerones. No voy. Llegar a la segunda boya se me hace un mundo -por fin llego a una boya que, tremenda desilusión, no es todavía la segunda, que se encuentra todavía a unos 25 metros. Segunda boya y para la playa. Salgo del agua de los 10 o 15 últimos, pero no el último; salgo en plan pingüino total con la desilusión pesándome y hundiéndome en la arena que recorro para llegar a T1. (Un aparte: lo que pasaron fueron dos cosas -primero que llevaba más de dos meses sin nadar en el mar; segundo, que mi salida fue la de los federados y la mayoría de gente que está federada nada mucho mejor que yo; si hubieramos salido todos juntos, hubiera nadado en gran grupo hasta el final sin esa sensación de ansiedad y ahogo que ayer me estropeó las sensaciones del agua y del triatlón entero).
La T1 se resuelve con facilidad; esta vez no llevo neopreno y todo es más fácil (por cierto, ¿para cuándo decidirme a no ponerme calcetines?). El circuito a 4 vueltas, totalmente llano, resulta rápido -voy bien y, al tiempo, me doy cuenta de que tampoco voy. Una de las quintaesencias del triatlón es hacer la bici de un sprint en grupo -sólo consigo unirme a un grupo un rato; lo aguanto perfectamente pero, como el tal grupo me lleva alguna vuelta de ventaja, lo pierdo cuando se van a meta y yo tengo que seguir. Voy y, al tiempo, no voy. Me sale una media de 34.1 km/h -me supero a mí mismo (mi anterior record estaba en 34 pelaos). Tiro para T2 y me dispongo a hacer lo que mejor sé hacer. (Un segundo aparte: pensando y repensando, ayer pequé de ir con un desarrollo demasiado grande. Creo que fui con poca cadencia y que un piñón más grande me hubiera ayudado a subir un poquito más esa media. Yo, como muchas veces, deslumbrado y desorientado por mi momento burro grande, ande o no ande).
T2. Las zapas entran sin problemas. A correr. Salida de boxes y me doy cuenta del calor que hace. Málaga en verano, con una muy leve brisa, y son casi las dos de la tarde. En fin, un disparate. Me abstraigo de estas adversidades que, en el lado positivo, dan más valor a lo que hacemos; me abstraigo, digo, y tras echarme dos botellines de agua por encima, me pongo a adelantar gente como otras veces. El aprendiz de triatleta intenta mejorar puestos como un poseso en la última manga -pies para qué os quiero. Voy y, a la vez, siento que no voy. No hago una mala carrera y me encuentro bien pero noto que algo falla. Tiro millas. Doy gas. Caña. Voy y, a la vez, siento que no voy. Afortunadamente no me da tiempo a desinflarme. Me sorprende el arco de meta. Y claro, eso es lo que toca: entrar en meta en el puesto 142º de 414 y en 1h14'41''. (Un tercer aparte: quizás lo que ha fallado hoy, lo que he echado en falta es la euforia que me ha provocado entrar en meta otras veces. Sin chispa. Plano, como estaba el mar. En resumen: voy pero no voy). Los parciales (que me dicen que sigo siendo malo malísimo en el agua, mediocre en la bici y que retengo algo de poderío en la carrera) fueron los siguientes:
agua 16'59'' (puesto 363º)
bici 38'38'' (puesto 156º)
carrera 19'04'' (puesto 39º)
La continuación es previsible con este calor. Hidratación. Hacer un poquito de sociedad con José Andrés, que ha entrado por delante de mí; con mister David Zamora, que ha quedado 10º; con Simón, que por culpa de una lesión está amargado en el papel de fotógrafo. La continuación a partir de hoy también está clara: a seguir trabajando y a remontar este estado de cansancio mental que ha inundado mis últimos diez días y que quizás ha tenido algo que ver con la mediocridad con la que he resuelto este tri. Con el látigo reservado para las autoflagelaciones (y con el convencimiento de que es en las dificultades donde está el lado más atractivo del triatlón) nos vamos hoy.

lunes, 10 de septiembre de 2012

A veces es difícil

A por el sexto tri de la temporada
A veces es difícil seguir con todo esto -ya sabéis, que si compatibilizar la constancia en los entrenos con la vida "real" y con el trabajo, que si andar con prisas todos los días, que si ajustar horarios, que si cuidar la alimentación y tener escasa vida social, que si madrugar los sábados y domingos, que si explicarse a uno mismo el por qué de todo esto. La semana pasada ha sido mentalmente dura, quizás la más dura desde que empecé la preparación para Cabo de Gata: la apoteósica vuelta al trabajo, la vuelta a Almería, el encontrarme un poco fuera de sitio, el pensar en un mar lleno de olas que me arruine mi primer media distancia, las pocas ganas de entrenar, el cansancio acumulado han tenido la culpa -en fin, un momento difícil, una crisis de ánimo y motivación,  de esas que hacen que calzarse las zapas o coger los aperos de la piscina y meterlos en la  mochila sean un mundo. Pero claro, a grandes crisis de motivación, grandes bofetadas contra las tonterías: y es que no hay como inscribirse casi por accidente en una prueba para volver a tener las cosas claras. El domingo que viene haré mi sexto tri de la temporada,  el SERTRI de Málaga, un sprint que me servirá para probar cómo voy y que jugaré como entreno con súper-chispa (tampoco lo puedo jugar como nada más, juas)
Claro que, además de esa inscripción improvisada, la crisis se ha ido medio resolviendo por otras cuestiones. Al final me salió una semana de  12 horas 10' de entrenamiento, que, para estar con el rabo entre las piernas, no está nada mal. Viendo ese número, ayer por la tarde me animé bastante -los números son meros dígitos, pero cómo animan a veces. Y, por supuesto, también me animé pensando en la facilidad con que me salen series de 2000 a ritmo controlado a alrededor de 4'15'' sin que se me arrugue la camiseta. Y, cómo no: las dos cartas que tenía la semana en la manga también contribuyeron a darme un chute extra de vuelta a la motivación y a la ilusión: dos salidas en bici en grupo, subiditas de kilómetros y con cierta exigencia, dos salidas que fui capaz de aguantar (a ratos apretando, y mucho, los dientes) y que me vinieron a decir que el trabajo de este verano, mi ejercicio de estoicismo por la SG500, ha servido para algo. Bueno, pues así, a punto de entrar en otra semana más de entrenamiento y de crecimiento, nos quedamos hoy.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Balance verano 2012: el verano de los buenos entrenos

Adiós vacaciones. Balance. Telón y a seguir
Me encanta volver del verano y hacer números. Me encanta volver del verano y ver que he conocido nuevos  sitios, nuevas carreteras, nuevas piscinas  y corcheras, nuevas caras, nuevos horizontes que me han ayudado a romper mis zonas de comodidad deportiva... Me encanta volver del verano y darme cuenta de que ni la pereza ni las circunstancias ni los rigores del calor ni nada de nada han conseguido doblegar mi disciplina y mi gusto por la actividad física. Por eso, este año tengo razones para estar contento -he entrenado como nunca, gracias, en parte, a mi nuevo mister y, también, a mi fuerza de voluntad y mis ganas de entrenar. Porque sí, la verdad es que el verano ha sido duro por circunstancias personales y familiares; pero no me puedo quejar en el sector entrenos (mis #entrenosdeverano, hashtag de Twitter que habrán acabado aborreciendo mis amigos en las redes sociales): ahí se quedan mi primer olímpico en el Canal de Castilla, la SG-500 y AV-500 y sus águilas, la piscina de El Espinar, los toboganes de la vertiente segoviana del Guadarrama, la piscina de Eriksdalsbadet en Estocolmo, mis semanas de más de 13 horas de actividad física, mis primeras salidas en bici superando los 90 kms, el Djurgården a primera hora de la mañana o de la tarde o bajo una tormenta de verano, mi incursión con neopreno en el Mällaren, mis calentamientos de cabeza sobre qué tendrá el triatlón que nos da tan fuerte... (Y así, a manera de aparte, os dejo caer una pregunta derivada de esas disquisiciones: ¿tiene el triatlón más de rabieta testaruda, de placer, de cabezonería o de búsqueda del límite imposible de cada uno?)
Pero bueno, esta entrada pretende ser breve; pretende más bien ser el telón sobre la obra del verano. Y los telones no son pajas mentales ni nada por el estilo -así que vayamos (como si fuéramos a los créditos de una película) a los números y pasemos página. En este verano en el que he metido más volumen de bici y natación que nunca (y bastante menos de carrera a pie que otros veranos) he completado un total de 97 horas y 46 minutos de entrenamiento (sin contar entrenos de fuerza y estiramientos) para lo siguientes totales:

58650 metros de agua (más 1500 metros del triatlón olímpico)
1291.5 kms de bici (más 40 kms del olímpico)
284 kms de carrera a pie (más 10 kms del olímpico)

Los números son meros números y, después de todo, habrá mucha gente a la que estos le parezcan mediocres. Pero bueno, me siento orgulloso de ellos y los siento como un logro personal de este verano -es como si hubiera subido un peldaño en mi historia de triatleta; aprendiz de triatleta, por supuesto. Pero es que, además, las sensaciones han sido buenas: por eso,  la operación retorno ha sido un poco como volver del primer verano en que he entrenado verdaderamente como un triatleta -he cogido mucha soltura en la bicicleta y me siento bastante cómodo en el agua. Aunque esta historia continúa (estoy, creo, a punto de entrar en la etapa más crítica para  la preparación del medio de Cabo de Gata), hoy cerramos aquí, echando el telón sobre las vacaciones y sobre el trabajo bien hecho.